A pesar de que Croacia se encuentra al este de Italia, en la península de los Balcanes, la diferencia horaria con España no existe, y ambos paises tienen la misma hora. Como españoles estamos acostumbrados a unas horas para el amanecer y el anochecer en función de la época del año, en Croacia uno no se halla. Amanece y anochece muy pronto. Y la gente lo que hace es adaptarse al sol más que a las horas.
Este día nos tocó madrugar. Hacía falta estar antes de las 7h30 con el coche en el puerto de Split para coger el ferry a Hvar de las 8h30. A las 5h50 ya estabamos arriba y lucía un sol espléndido. A las 6h45 ya estábamos en el puerto con el coche aparcado tomando un café en una terraza. Y había gente, tráfico y coches. ¡A las siete menos cuarto de la mañana! ¡en España no han puesto las calles a esa hora!
El ferry iba lleno de prepúberes croatas alterados corriendo y gritando por todos los lados. En cubierta se estaba bien con el airecillo que corría. En la zona cerrada, aquello parecía un fumadero. Un cafetito y un poco de agua y a tomar el aire hasta llegar a Stari Grad.
Tras pasar al lado de la isla de BraÄ, las primeras vistas de la isla no parecían prometer mucho. Parecía algo más seca que Mljet y no se veía ninguna playa. Bueno de hecho no he visto ninguna playa auténtica en Croacia. Alguna falsa, sí. Llegamos a la isla y tras bajar del ferry, nos dirigimos a Hvar, al otro lado de la isla. Destino, el Hotel Croatia.
No conseguimos que nos diesen habitación con vistas en el hotel. Pero el sol, el buen tiempo y las ganas de baño nos retuvieron poco tiempo en la habitación, que aún ni estaba lista. Nos fuimos a dar un paseo al centro del pueblo, a unos 15 minutos andando. Y ahí fue cuando empezamos a hablar con monosílabos «Â¡Ohhhh!, ¡ahhhhh!». Precioso. Agua cristalina, paisaje de ensueño y tiempo ideal.
Los beach clubs, con sus tumbonas y camas al borde del mar y hoteles como el Amfora, que quitaban el hipo, daban a entender que este no era un sitio de turismo de mochila y bocadillo. Tras un corto paseo, volvimos rapiditos al hotel a por un bañador para pegarnos un chapuzón.
¡Chooof! al agua patos. Poco a poco al agua, y al acercarme a la orilla, de repente una persona que me grita para decirme que tenga cuidado con los erizos. Un croata bien majete, al cual le pegamos un buen interrogatorio sobre su país, la guerra, el futuro, los problemas y las virtudes croatas y cómo era la vida en Hvar. Todo un placer hablar con él. Qué pena que ni me acuerdo como se llamaba. Bueno, creo que su nombre quería decir «persona feliz» o algo así. Es todo lo que recuerdo.
Ya era hora de comer, bueno de hecho ya había sido hora, se nos había hecho tarde. Al hotel a cambiarse, a tomarse una KarlovaÄko del mueble-bar a 1.5€ y camino del puerto a ver si nos daban algo de comer. Tras deambular un poco acabamos en una terraza frente al mar tomando una parrilladita de pescado con una ensalada y un vino blanco bien fresquito… bip bip… un SMS. Nuestros amigos de Málaga andaban por la isla.
Hora de la siesta. La idea era hacerla al borde del mar, pero a mi se me «rompió el cuello» en la cama del hotel. Pablo tuvo fuerzas de bajar. Un par de horas más tarde nos fuimos a tomar algo a una terracita cerca del hotel. Muy ibicenca, con su chill-out, su mar y su puesta de sol. Y allí apareció la comunidad malagueña. Ideal para tomarse otra entre risas y anécdotas. Quedamos todos para cenar. Pero antes, a ver la puesta de sol.
Qué pena que el sol acabe detrás de un saliente de la isla y al final no se vea completo. Aún así, el sitio, estupendo.
Para la cena decidimos probar un restaurante recomendado en nuestras guías (Michelín y Lonely Planet), el Konoba Menego. Un sitio que se enorgullece de sólo servir recetas y productos de Hvar. No preparan ni traen nada que no sea producido en la isla. Y la verdad que todo lo que probamos estaba delicioso. Especialmente las anchoas marinadas y la gregada de bacalao, hecha con vino y patatas.
Para terminar la noche, probamos el famoso Carpe Diem del puerto. Camareros acrobáticos en plan Tom Cruise y muchos muchísimos mojitos por minuto. De hecho los puedes pedir al litro, con bengala incluida. Entraban solos la verdad. Aunque esa primera noche tampoco estiramos mucho la fiesta, que el madrugón del día empezaba a pasar factura y no era plan de hacerse un 24 horas. Ni que fuesemos Jack Bauer.
A descansar, que había que aprovechar esa estupenda isla lo más posible al día siguiente.