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Chicago mon amour

Las mejores tardes son aquellas en las que, estando cansado en el trabajo, te piensas que lo que harás las próximas horas será irte a casa a descansar y dejar otras motivaciones para otro momento. Las mejores tardes son esas, cuando acaban como la de ayer. La verdad que el de ayer fue un dí­a bastante “peculiar” si lo podemos calificar de alguna manera. Pero vayamos por partes y procuremos no aturullarnos.

Todo empezó al mediodí­a. Esa misma mañana decidí­ que quedarme el fin de semana sin coche iba a ser un muermazo, así­ que opte por pegarme un garbeo por las webs de viajes y alquilar lo más barato que tuviesen en el Hertz de Libertyville. Todo perfecto, de viernes a lunes por la mañana tengo un coche, con seguros incluidos por unos 90$. Así­ que por el mediodí­a me paso a cogerlo con un taxi y todos tan contentos. A las 12 llame a “American Taxi” para que me enviasen a alguien. Me dicen que en 10 a 20 minutos estará allí­. Salgo a la entrada de Motorola y me pongo a esperar. Tras media horita de achicharrarme al sol de la primavera chicagolense decido llamar para ver que habí­a pasado con el taxi. Me dicen que lo van a mirar y me dejan en espera. Tras 5 minutos de llamada en espera, aparece un taxi destartalado de “American Taxi” con un jovencito con cara de despistadí­simo mirando a todos los lados. “Este es el mí­o”, me digo feliz de mi, y haciéndole un signo, me voy a cogerlo. Entro en el taxi y el chaval no tenia ni idea de cómo llegar al sitio (y eso que esta al ladito). Me dice que es su primer dí­a, que pone el GPS si eso y tal, y yo le digo que tire, que más o menos se llegar yo. Al cabo de un momento empiezan a sonar su busca y su móvil. El tí­o responde en polaco y se pone a dar gritos. Parece ser que ha cogido al cliente equivocado. Todo esto conduciendo a 30 por hora y con el taxí­metro rulando. El hombre recibe llamadas, mensajes, llamadas, mensajes, llamadas… medio-habla ingles y jura en polaco. Yo le tranquilizo y le digo que no pasa nada. Se pierde. Para, llama por teléfono, pone el GPS. El taxí­metro sigue rulando. Me dice que no me preocupe por el taxí­metro. Tras 1 hora dando vueltas, llegamos a Hertz (normalmente tendrí­amos que haber tardado 10 a 15 minutos). El taxí­metro marca 17$. Me dice el tí­o morrudo, todo de buen rollito, que le pague 15$ (mas la propina, claro). Me quejo. No se entera, o no se quiere enterar. Le pago 18$ propina incluida porque ya estaba harto. Me dice que por favor le llame cuando tenga que ir al aeropuerto, que me viene a recoger. El taxi 184. Lo llevas claro moní­n.

Estatua Michael Jordan

Lo mas curioso es que en Hertz me dijeron que la próxima vez les avise, que me van a buscar a Motorola (en fin…)

Con el coche en mi poder, un Mazda 6, muy majete, ya era libre. Al volver al trabajo se me ocurre mirar en Ticketmaster a ver si hay algun concierto o algo interesante este finde. Para mi sorpresa veo que juegan los Chicago Bulls contra los Washington Wizards. Y por 10$ hay billetes de ultimí­sima fila. Venga. Vamos. Por que no. Total, solo el espectáculo de ver aquello debe de merecer la pena. Y vaya que si lo merece.

Tras una horita de coche, llegue al downtown de Chicago. Me pegue un paseito por Helix a ver si podí­a comprarme una cámara baratilla para tirar fotos y justo acababan de cerrar. Que mala suerte. Al menos tengo mi(s) móvil(es) conmigo, que si bien no sacan fotos geniales, permiten dejar testimonio de lo que por allí­ habí­a. Subiendo Madison Avenue, llego a la parte de los parkings. Habí­a visto en Internet que por 15$ aparcaba. Pero vi que antes de los “parkings oficiales” habí­a uno de la “stadium people”, que debe de ser la gente del barrio, por 11$. Así­ que me metí­. Total, por 200 metros mas andando no me voy a morir. Todo negros eso si. Y muy gritones.

Lo primero que ve uno es la estatua de Jordan a la entrada del United Center. A hacer fotos. Hay españolitos de vacaciones de Semana Santa por ahí­. Me voy a buscar la puerta numero 7, la mí­a, la del ultimo anfiteatro. Para mi sorpresa, la puerta es para todo el mundo y se puede uno pasear por todas las localidades. Hago fotillas. Me dan un balón de baloncesto. Me compro una camisetilla con el logo de los Bulls. Me compro una cerveza, la primera de muchas y subo hasta mi zona. Que lejos estoy. Mejor me voy a comprar una deep pan pizza, hí­pica de Chicago, que la cerveza sola no entra tan bien.

Himno Americano en el United Center

Primer shock para el no iniciado como yo. El himno americano. Se apagan las luces. Todas las pantallas con banderas americanas. Sale un cuarteto de cuerda y tocan el himno. Papapaa papapaaaaa… Terminan y el estado se cae en aplausos

United Center

Creo que el baloncesto es lo de menos. Todo es espectáculo. En dos horas y media he vivido una experiencia, llamémosla, extra-deportiva. En el United Center he visto: un partido de baloncesto, un montaje musical de la ciudad de Chicago, concursos de donuts, agua mineral y operadoras de moviles, una carrera de bebes, unos acróbatas, las Luvabulls (mmmm), a Benny de Bull bailando, saltando, paseándose, haciendo gags por la TV, camisetas caer en paracaí­das, camisetas lanzadas con un bazooka de camisetas. Todo esto amenizado con comentarios, música, gritos, videos para cada jugada…

Motorola en el United Center

Hasta he visto un concurso relacionado con Motorola.

United Center

He salido totalmente impresionado por el espectáculo. Además de la racha de triples final que permitió remontar el partido, un espectáculo así­ para un partido de baloncesto estamos muy lejos de verlo por la vieja Europa. Es 100% yanki.

Enon at the Empty Bottle, Chicago

En vez de irme a casa, me di cuenta que estaba cerca del Western Blvd., así­ que me pire al Empty Bottle. Y no me arrepiento. Acabe viendo tres conciertos. El primero, Avagami, eran un baterí­a, el Casio PT-1 (o similar) y un tio berreando. Los segundos se llamaban Poison Arrows y aunque empezaron muy lentitos, acabaron cañeros. Con buen sabor de boca. Ahora, el mejor concierto fue el ultimo, Enon, un grupo de NY formado por dos tí­os y una tí­a (Japonesa) que no tenia el gusto de conocer pero que me ha dejado impactado. Al final del concierto me fui corriendo a comprar un CD (es el del 2002 y se llama “High Society” y es muy muy bueno). La Japonesa muy majilla ella además cuando le dije que venia de allende los mares y que iba a pasar su CD a todo quisqui, me regalo una chapita de su disco “Hocus Pocus” (mientras sonreí­a e inclinaba la cabeza, a lo japonés).

Considere quedarme más de farra. Pero, para que negarlo, no podí­a con mi vida, llevaba bastantes horas dando vueltas y conciertos los ve uno solito, pero para calentar una cerveza yo solo, mejor hacemos casi una horita de coche y de vuelta al Far North Suburb.

Si ya dije yo que las mejores tardes son esas.