Y de paso también soy un poco menos cántabro. Y es que hoy han conseguido hacerme sentir como un parias en mi propia ciudad. Digo propia porque nací, crecí y me eduqué aquí, pero se ve que esta misma ciudad poco o nada quiere saber ya de mí.
La cosa es muy sencilla. Estoy una semana de vacaciones en casa de mis padres por Santander. La cria ya está cerca y este verano hemos optado por la traquilidad de la familia y los amigos y las playas del litoral cántabro. Vamos, en casita que se suele decir. El clima de cantabria tiene lo que tiene, y uno de sus problemas es los repentinos cambios de frio y calor. Se ve que estoy acostumbrado al calorcete continental de Toulouse y ya no recuerdo que aquí por las noches hay que ponerse la chaquetilla al salir a la calle. Como no lo he respetado todo lo que habría que hacerlo, pues mi pobre garganta, privada de anginas desde que tengo cuatro años, no aguantaron la brusquedad del clima y me han empezado a dar la lata. Con tan mala suerte que el dolor, tos e irritación han bajado hasta el pecho. Yo lo llamo catarro, pero suele ser una infección de la faringe, laringe o bronquios de cuidado, y para curarlo suelo necesitar antibióticos. Y para eso necesito una receta.
Hoy la tos empezó a ponerse fea y le comenté a mis padres que me gustaría ir al médico. Con las prisas del viaje, olvidé mi tarjeta sanitaria europea en Toulouse, pero mis padres dijeron que me limitase a llamar al ambulatorio, que comentase mi problema, y que por un simple catarro no creian que me fuesen a poner muchos problemas. Y si los había, siempre podría ir con alguno de mis padres pidiendo cita ellos y atendiédome a mí. Al final de cuentas, era un simple catarro. Y si hacía falta mi tarjeta europea, siempre la podría faxear la semana siguiente.
Pues ahí ha empezado mi vagar telefónico por el infierno del funcionariado y la payasería más absoluta. Primero, la administrativa del centro de salud, echándome la bronca, me dice que no me pueden atender y que, cuidado, que lo que hago es ilegal. La única solución que me da es ir al Hospital Marqués de Valdecilla a Urgencias, tragarme la larga espera y abonar las facturas de la atención médica. Perdone señorita, es una simple faringitis o laringitis (poco tengo que hacer molestando en unas urgencias), mis padres están en ese centro y siempre se ha dicho que la atención sanitaria es gratuita y universal. Y si no lo es, alguna solución habrá para poder atenderme. Pues no. Que no. Mi padre me coge el teléfono y habla con la doctora que estaba allí en ese momento a ver si se podía hacer algo con un poco de sentido común. Repito, al final de cuentas no quiero operarme de cataratas ni del apéndice. Nada, que no, que no hay manera, que se lavan las manos, que no me pueden atender. Que vaya al hospital, que haga cola, que me miren allí, que pague y que reclame en Francia.
El cabreo ya es monumental. No quiero sacar el tópico, pero es que aquí todo el mundo tiene derecho a la asistencia, y yo, de aquí y una semana de vacaciones, por un despiste de una maldita tarjeta, no se me quiere atender. Cuando la sanidad es el maldito agujero negro de la economía, y cuando mucha gente abusa sin escrúpulos, un catarro de un español en el exilio, sólo lo pueden tratar en las urgencias del hospital.
Hemos llamado a la Seguridad Social, al Servicio Cántabro de Salud y al Servicio de las Tarjetas Sanitarias. Y en todos los lados, Sancho, con el funcionariado de libro hemos topado. Ni una solución. Ni una. Ni una sola ayuda. Nada de nada. Me parece bochornoso y vergonzoso. Siento importencia. Esto es kafkiano. Me han dicho que puedo reclamar y rellenar mil hojas. Pero yo lo que quiero es que me curen mi laringitis, faringitis, bronquitis o lo que sea…
Al final usaremos el método que mejor se entiende en España, el del pícaro, el del jeta, el del caradura. No pienso tragarme cuatro o cinco horas de cola en Urgencias y conozco de sobra los síntomas que tengo de otras veces. Sé que necesito antibióticos, un jarabe para la tos y mucolítico. Conseguiré que algún familiar o amigo me consiga las medicinas sin receta, por la puerta de atrás y me automedicaré.
Señores, si las cosas van así y siguen yendo aquí de la misma manera, no se me ocurre más que olvidarme de todo y avanzar un paso más hacia el apatriotismo. Ahora por favor, hablen de esta noticia, divulguenla o hagan lo que sea con ella, pero que se sepa que a un español en españa no se le quiere atender en su centro de salud para mirarle una faringitis y que le mandan a molestar a las urgencias de un hospital. Y pagando…
Lo más divertido de todo es que conozco a españoles en Toulouse que aún conservan su tarjeta sanitaria española gracias a distintas argucias. A mí por honrado, me pasa esto :(