Una marea, así se puede calificar a la cantidad de aficionados racinguistas que invadieron París el jueves pasado. Un partido de la UEFA del Racing en la capital de la luz no es algo que podamos ver cualquier día. Y en mi caso, tratandose en la capital de mi país de adopción, es algo a lo que no podía faltar. Poder hablar con camareros y policías o tirar sin problemas de comisiones de mi Carte Bleu a la vez que se salta con el resto de los racinguistas en la Torre Eiffel se hace raro.
La Torre Eiffel estaba preciosa. Por la tarde tomó un tinte azulado, que junto con las estrellas amarillas que le habían puesto en medio celebraban la presidencia francesa de la UE. La historia del partido ya la conocéis. Un empate que pudo ser más o menos gracias a los múltiples regalos que hacemos.