Aún no había hablado de mi cámara nueva. Cambié la Canon 350D por una 400D. La vieja se la dejé de ocasión a mi padre y me pillé esta con sus megapixeles de más, su pantallita más grande y el famoso limpia-sensores. El cambio con la 350D es mínimo, pero la oportunidad estaba ahí y por la diferencia de precio me mereció la pena. Hacía ya unos días que la había recibido y no había tenido la oportunidad de estrenarla. Por falta de tiempo y por excesivo uso de la pequeña de la casa.
Así que el jueves pasado, con la resaca copera encima, aprovechamos el único día soleado, aunque gélido, que nos ha dado la Semana Santa y nos fuimos a dar una vuelta por la playa de Liencres (o de Valdearenas, para los puritanos).
Una tarde de paseuco en toda regla, con gente, niños, más niños, algún perro y surfistas.
Y siempre es un placer reencontrarse con el 75-300 IS, con los filtros polarizadores, con los controles manuales de apertura y exposición,… uno pilla complejo de paparazzi, pero luego el resultado merece la pena y se congela en el tiempo para siempre. Y no sé si habrá sido por el excesivo uso de la enana, el momento idóneo del día o el que la cámara es nueva, pero el resultado y la calidad de las fotos me ha dejado sorprendido.
Habrá que seguir disparando…